domingo, 19 de febrero de 2012

Las gradas están llenas...

...llenas de miradas acusadoras.Yo me tambaleo en la cuerda de mis debilidades, de mis puntos débiles. Mientras a lo lejos escuchos risas sofocadas, augurando mi inminente caída. Miro abajo, el vértigo se apodera de mi estomago, de mi pulso. Los nervios empiezan a dominarme, el sudor recorre mi cuello. Doy otro paso y noto el peso de la gravedad en cada mínimo movimiento.Mantengo a duras penas el equilibrio, dudando en cada respiración. Sé que soy el centro de todas las criticas, sé que me consideran un entretenimiento; una actuación más. Pero no me duele los comentarios de gente vagamente conocida, no me hiere que quieran presenciar mi caída. El dolor, el sentimiento de impotencia viene de aquella máscara de frialdad, de burla. Aquél por el que estoy subida en este suicidio sin barreras. No se inmuta al ver el miedo en mis ojos, al observar como caen las lágrimas de soledad. Parece degustar mi humillación, aplaudiendo por cada pequeño recorrido hacia el vacío.
No sé como acabé en aquél circo, en aquella perdida de dignidad sin precedente. ¿A qué me acogí cuando subí al trapecio de un mal amor? Vestida de payasa para la satisfacción de los que me rodeaban. Haciendo maniobras, llegando al limite para entretener a ese que fue mi perdición. Hice malabares para captar su atención, saque una hilera de pañuelos recordándole en cada uno lo mucho que lo amaba.Fui el equivalente emocional de un Kamikace. Llena hasta los topes de pólvora, saltando sobre círculos en llamas. Sin extintor, sin salvavidas. Me aventuré a lo más denigrante, a lo desconocido dentro de una selva repleta de bestias sin domar. Y no me sirvió de nada más que para reconducir la información a lo que ya sabía; me estaba consumiendo. Me estaba dejando la piel en ir a contracorriente, en nadar contra aguas estancadas, podridas. Como estar en el fondo de un estanque y ver la silueta y la sonrisa de mofa del que te ha estado ahogando.La única diferencia es que ese mismo que te mata, es el único por el que entregaste la vida a pesar de conocer las consecuencias.
Me negué a ver la evidencia de ese show hasta que, allí estaba, notando los catastróficos efectos secundarios de haber apostado todo lo que tenía. La última actuación antes de que apagaran las luces y la oscuridad fuera la única habitante de ese recinto. Me notaba cansada, cansada de vivir siempre en la frontera de sus designios. Sabía que aquello conduciría a un antes y un después en todo nuestro recorrido. Pero no tenía más adrenalina que me empujara, no me quedaban emociones que gastar. El miedo se estaba agotando por cada segundo transcurrido, y si eso ocurría, si se gastaba totalmente, no había nada más a lo que aferrarme para llegar al final. Debía ser metódica, eficiente, fría y calculadora. Estaba justo en la mitad de aquella cuerda tambaleante, justo a la mitad de que mis pies tocaran tierra firme. Me convencí para no volver a mirar a aquel personaje que me taladraba con la mirada, seguramente esperando que cayera y que pudiese recoger los pedazos firmados con su nombre. Cerré los ojos e intenté buscar una luz, eludiendo el brillante faro de un pasado atrayente y devastador. Subí lentamente los brazos hasta dejarlos en cruz, dibujé un minúscula sonrisa rota en mi rostro y comencé a caminar..Comprendí que la duda era lo que podía hacerme caer y destrozarme en pedazos irreconstruibles. No atendí a los gritos llenos de masoquismo, llegados de personas ansiosas de una masacre. Esas eran trampas que ya conocía, errores que no me harían volver un paso atrás. Seguí tentando a la ley de Newton, seguí completando el trayecto entre ondulaciones de aquella muerte elegida. No sabía cuánto quedaba, no me atrevía a abrir los ojos y querer recular.Contuve la respiración cuando aprecié la tensión de ahí abajo; algo se avecinaba. Quizá el final de está mala elección, o tal vez un peligro cercano. Rocé la gruesa cuerda de nuevo con el pie derecho, mantuve el movimiento desde mi ceguera. Otro paso más, el pie izquierdo buscó el punto de referencia para continuar..Pero no había cuerda, no había más vacío ante mis pies. Abrí los ojos, bajé los brazos y noté los suspiros resignados. Estaba a salvo, había pasado la prueba. Me quedé quieta, asimilando el hecho de haber esquivado a todos mis principios por acabar allí. Bajé por la escalera, sintiendo por una vez en mucho tiempo la tranquilidad. Me quedé mirando aquella escena, los asientos repletos, la mirada defraudada de quien me puso entre la espada y la pared.
Y para sorpresa de todos; me reí. Me reí como una histérica, me reí de todos los que apostaban por mi fracaso, por mi sumisión. Es cierto,no podía recoger la dignidad que dejé en el camino. Pero sí podía tomar la decisión de no seguir la sombra de una persona viciada al juego de los sentimientos. Levanté la vista al frente, pasé por el lado de mi verdugo, y llegué a la salida con pasos seguros. Eché la vista atrás y dedicándoles una cómica reverencia salí por la puerta grande.

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