jueves, 23 de febrero de 2012

Mi todo...

Apenas hay luz en la habitación, las persianas están bajadas y las luces apagadas, la única luz proviene del monitor que refleja los latidos pausados de tu corazón. El “pi” de la máquina es lo único que se oye, además de la máquina que respira por ti, no hay un solo movimiento entre estas cuatro paredes. Ensimismada como siempre contemplo el subir y bajar artificial de tu pecho, mientras sostengo tu mano débil. “No puede ser” pienso, es imposible, pero cierto. Me levanto de golpe, el corazón me late tan fuerte y acelerado que creo que me va a dar un infarto, salgo corriendo de la habitación en busca de una enfermera o algún médico. Grito tan alto que todos se me quedan mirando, he hablado tan rápido que nadie parece entenderme, con nerviosismo y esfuerzo logro pronunciar las palabras que tanto he esperado decir. Un grupo de personas con bata blanca entran corriendo en la habitación, sin demora les sigo, noto como mi rostro se empaña de lágrimas mudas, como la comisura de mis labios se trasforma en una sonrisa radiante, poco segundos después veo como abres los ojos, pareces aturdida, no comprendes que sucede, donde estas ni que hacen todos esos cables que te están quitando. Pero me miras y tu rostro cambia, parece que te cuesta pero logras pronunciar un “te quiero mi pequeña, mi cielo”, hacia tantas semanas que no me llamabas así, que no pronunciabas nada, que apenas tenías un hilo de vida… Te explico que ha pasado, como has sobrevivido estos días, como te he extrañado a pesar de tenerte en frente, te pido perdón por haberme querido enfadar contigo por querer soltarme, tú me callas con un abrazo, y me susurras al oído que nunca estaré sola, que aunque no te pueda ver siempre estarás conmigo.

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